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martes, 24 de julio de 2012

HISTORIAS DE VIDA: JESSICA DUBROFF


Es sábado a la noche y no logro conciliar el sueño. Afuera hay una gran tormenta, tuve que cerrar las ventanas porque el viento que soplaba los pinos, el agua que caía con fuerza y los relámpagos que iluminaban el cielo no eran para mi un escenario demasiado esperanzador. Es una noche de tormenta como cualquier otra, pero sin duda no es una noche de tormenta como la de aquel 11 de abril de 1996. 

¿Cuantas veces oímos decir que los padres quieren lo mejor para sus hijos? ¿Y cuantas otras veces ese buen futuro deseado se confunde con avaricia, con la propia ambición de los padres para con sus hijos? Eso paso con la pequeña Jessica Dubroff, una niña que con tal solo 7 años no pudo decirle que no al deseo de sus padres y tuvo que cumplir el sueño de ellos antes de empezar a soñar sus propios sueños.

El 11 de diciembre de 1996 las revistas, los diarios y los noticieros conmovieron al mundo con la trágica noticia de una pequeña que había perdido la vida mientras intentaba volar tras un sueño. Jessica era la mayor de tres hermanos. Con tan sólo siete años de edad gozaba de su niñez en compañía de sus padres en un típico barrio de clase media, Palo Alto, a pesar de que no pagaban el alquiler respectivo desde hacía varios meses debido a problemas económicos.
Desde pequeña, Jessica, fue muy intrépida en sus juegos, y practicó casi todos los deportes de la calle como bicicleta, skateboards, rollersblade y otros. Además, tuvo una educación muy especial sin asistir a la escuela, ver la TV. o jugar como la mayoría de los niños de su edad hacen con sus juguetes. Aun así,  Al cumplir los seis años sus padres le obsequiaron un Pony... además de costosos aviones a escala, copia fiel de los reales. En realidad sus padres tenían un plan para ella...
Los padres de Jessica habían vivido durante años en problemas económicos, al punto que habían recurrido a la ayuda de la Seguridad Social del Estado para poder subsistir. Y peor aun, recientemente, su padre se había declarado en quiebra del pequeño negocio que tenía.
Es decir las cosas no estaban bien en la familia Dubroff desde hacía bastante tiempo. Hasta que un día vieron en la pequeña Jessica la solución de sus problemas y la manera de salir de la pobreza utilizando sus extraordinarias cualidades.
Así, a pesar de su estreches económica, se las ingeniaron para regalarle un Pony y juguetes muy caros de aviones y aeromodelismo. La pequeña Jessica estuvo muy feliz de poseer semejante mascota con la que podía, además de dar largos paseos los fines de semana, dialogar con aquel lenguaje que existe entre los niños y los animales. Por supuesto que durante los días de la semana su distracción se centró en las replicas reales de los aviones, los que entre juegos y juegos fueron germinándole en su poderosa imaginación infantil las primeras fantasías aéreas.
Los Dubroff tenían un plan muy simple, muy costoso y, mas aun, muy arriesgado para la vida de su principal protagonista: ellos querían que cuando la pequeña Jessica cumpliera siete años sea la “Piloto mas joven en haber cruzado los EE.UU. piloteando un avión”.
Plan que no se hace realidad con sólo las intenciones sino que es necesario mucho dinero. Y, los Dubroff que no tenían ni para pagar la renta del lugar en donde vivían, de la noche a la mañana, tuvieron 150,000 dólares para su proyecto. Con ese dinero se pagó las costosas clases de piloto, la familia costeó todos sus gastos previos al vuelo y, principalmente, se pagó el ajustado itinerario de vuelo de costa a costa del proyecto de “Cruzar los EE.UU. en avión piloteado por una niña de sólo siete años.”.
Pero si se gastaba todo ese dinero en el proyecto, entonces ¿Cuál sería la ganancia de los Dubroffs? La respuesta es muy simple y a la vez repugnante: la hipotética hazaña de la extraordinaria Jessica sería la mina de oro que los padres explotarían con las entrevistas en la Radio, la TV., los libros narrando la odisea y, principalmente, con los derechos vendidos para una película en Hollywood.
No esta de mas decir que la reacción de la pequeña Jessica cuando la inscribieron en la “Escuela Especial para Pilotos” de avión, lo tomó como un gran regalo de sus generosos padres, ignorando que en un breve plazo de seis meses tendría que enfrentarse a la muerte.
Claro que las clases no fueron el juego que la pequeña Jessica pensó inicialmente, y sintió miedo ante la rígida disciplina de vuelo y los riesgos que conllevaban pilotear un avión. Ineludible tema de los que su entrenador profesional le advirtió. Pero su padre, inseparable compañero de aventura, se encargó de calmarla dándole ánimo y halagos para no abandonar la tarea iniciada. Jessica aprendió a volar, pero nunca obtuvo su licencia de piloto porque para eso tenía que esperar a cumplir 17 años. Eso no impidió que su padre insista en cumplir su objetivo, y esa tormentosa noche de abril la pequeña Jess, su padre y su instructor subieron al avión que partió desde la ciudad de Cheyenn y que debería haber aterrizado en Washington. Esa noche ninguno de los tres aventureros imaginaron que estaban volando hacia su propia muerte, ellos, esa misma noche volaron hacia el cielo.


14 años después de aquel accidente son muy pocos los que recuerdan a la desafortunada Jessica Dubroff que murió en el intento de cumplir un sueño ajeno.



Fuente: Historias reales de vida y muerte.

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